La avioneta parece volar como si tuviera su propio cerebro. Teproteges los ojos del deslumbramiento y te concentras en las cosas que más te gustan de la vida. Piensas en tu familia, en tus amigos y en todos los buenos ratos que pasaste en la playa. Intentas hacerte a la idea de que podrías morir en cualquier momento.

Poco a poco percibes que la intensa luz va disminuyendo. Miras con cuidado por entre tus dedos. En efecto, la avioneta ha perdido su incandescencia y la neblina amarilla ha desaparecido. Para tu tranquilidad, todo los controles funcionan con normalidad. Descubres que sólo te has desviado unos pocos grados de tu rumbo. Sin dudarlo un momento, giras y te diriges hacia casa. Envías un mensaje por radio para que rescaten a Silvia, mientras ruegas que se encuentre bien.

En cuanto aterrizas corres hacia casa. No estás seguro de cómo vas a explicar lo sucedido. Quizá pienses que simplemente eres un piloto incompetente, o que te lo has inventado todo.

Una vez que Silvia es rescatada, y ya de vuelta en casa, te llama por teléfono:

-¿Has llamado a la Administración Federal de Aviación? -te pregunta.

-No. Ni siquiera selo he contado a mis padres -respondes.

-Tenemos que presentar un informe. ¡Lo sucedido es muy importante! -grita-. Cuéntaselo todo a tus padres ahora mismo.

Tus padres te escuchan con preocupación, pero tienes la impresión de que piensan que estás exagerando.

-Había hecho que un mecánico revisase la avioneta -dice tu padre-. Pero parece como si hubiese habido un corte en el sistema eléctrico.

Tú sabes perfectamente que ese no fue el problema. Al día siguiente, Silvia y tú informais de vuestra extraña experiencia a la Administración Federal de Aviación. Un oficinista escucha con aire aburrido vuestra historia y os da un montón de formularios para que los rellenéis. Es fácil imaginar que nadie invstigará nunca la misteriosa neblina amarilla. Pero, durante el resto de tu vida, te acordarás de lo sucedido.

 

FIN

 

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